Este equipo, dirigido extraordinariamente por Raúl Gutiérrez, estaba para muchos liquidado tras perder por goleada de 6-1 ante Nigeria en su primer partido. Pero a partir de ahí, casi solos, supieron recomponerse en lo anímico y en lo futbolístico.
Los brasileños a los que vencieron lucían temibles. 18 goles a favor y tres en contra en cuatro partidos. Incontenibles, plagados de talento. Pero los chavitos mexicanos se olvidaron de todo ello, dieron un partido impresionante en la concentración y aplicación.
A punto estuvieron de ganar el juego en el tiempo regular. Y otra vez cuando cedieron el decepcionante empate que los mandó directo a los penales, sacaron la calidad y el carácter.
Qué orgullo que nuestros niños vengan a redimir el maltrecho orgullo de irle a la selección mexicana de futbol.